lunes, 5 de julio de 2010

Entorno actual

Almería lleva un par de años indecisa. En los inviernos a penas defrauda, y nos cautiva con su clima moderado, con esporádicas lluvias, llovizna más bien. A veces llueve con rabia, sí (yo en su lugar también lo haría) pero no es característico de aquí. La gota fría, tal vez sí es más asidua, pero no llega a causar pánico (por ahora). Con su vendaval nos hace suyos sin necesitar de empadronamiento ni de leyes, nos ata con sus rachas al andar y nos cala con su humedad hasta los huesos. El cabello planchado de ellas no lo pasa especialmente bien. Parece una fémina, Ella, que con su envidia y competitividad natural por las de su género, utiliza todas sus mañas para hacerlas sentir inferiores a su magna belleza. Magna fealdad, me temo, demasiado fácil de superar, que conforma el círculo vicioso de lucha permanente entre ambas partes, sin dejar nunca a ellas en paz por sus frecuentes ventiscas de tierra (las mismas que me empujan a escribir). Éstas son más propias de verano.

Cuando llegué aquí, los veranos eran más suaves, más dulces. Sol estándar y viento menudo, los días buenos, con temperaturas a las que uno se podía adaptar fácilmente. En estos siete u ocho años, creo que prácticamente en todos ellos ha habido semanas de viento con arenisca por el que cada día mi escritorio estaba (y está) tan sucio como si no lo hubiera limpiado en un año. Por ello, lo de hoy no es nada especial. Lo que está ocurriendo en los últimos años es que la temperatura se está colmando demasiado alta. Como si Almería quisiera ahora colgar en el perchero el admirado clima mediterráneo semidesértico y comprarse en las rebajas un arrogante y chillón vestido continental.

A pesar de que en el resto de las ciudades andaluzas de interior también estén notando la creciente intensidad de las temperaturas estacionales, no es lo mismo. Viví en Linares trece años, y allí era habitual que los veranos fueran imitaciones de las descripciones bíblicas del infiero, o que en invierno estuviera todo inundado y con un frío polar, si bien es cierto, nunca llegaba a nevar. Claro, en Almería un verano adecuado (para mí), sería de 30º - 35º al medio día, y un buen descenso por la tarde, hasta enamorar con su fresco por la noche, situación que se ha repetido bastante mientras he vivido aquí. Sin embargo, este mes de julio, tanto este año como el anterior, está caldeándose más de lo ideal. Pasar de 35º a 38º - 40º, puede parecer poco, pero se nota. A ver quien se pone a estudiar por la mañana, con un calor de tres pares de narices, o quién hace deporte. Por supuesto, todo se hace, y supongo que lo hará la mayoría. Pero yo, sin coche, veo Almería desde una óptica muy crítica, porque siempre ha tenido poco atractivo para andar y ahora el fiero clima le resta aun más.

Este pueblo en crecimiento (de invernaderos, y edificios sin habitar, sobre todo), provoca asco con sus callejas y empinadas avenidas, cuidando algo más el Casco Antiguo, Paseo, Rambla y tal vez alrededores. Mis alrededores, mi barrio, que no es inhóspito (de hecho el bloque donde vivo es relativamente nuevo) sí que se muestra un tanto aislado del otro lado de la ciudad (la parte más cosmopolita, me arriesgo a decir) aunque la playa sí queda más cerca. Las maravillosas vías del tren parten en dos Almería. La fabulosa Estación Intermodal está en un lugar estratégico, y podríamos decir que hasta céntrico. Sin embargo, hay un pequeño problema de que ésta se instalase con tanto ingenio (tened en cuenta que no soy arquitecto, ni ingeriero de caminos, ni nada por el estilo) pero creo que en la construcción inicial se pudieron soterrar las vías, brillando la Estación tanto como ahora, y sin el defecto que quiero expresar. Las vías se hicieron a cara perro sin soterrar, y para evitar accidentes, las aislaron con dos muros (que te puedes saltar con cuidado, si quieres ahorrarte un paseo poco motivador) los cuales se extienden unos kilómetros, suficientes para resultar insultantes a los que vivimos cerca. Esto se llevó a cabo hace mucho tiempo, cuando Almería era una micra de lo que hoy es, y menos de lo que potencialmente será mañana. Nadie pensó en la posible expansión (o nadie lo quiso estudiar) y hoy, está todo incorporado a mitad de la ciudad, polígono industrial incluido. Aquéllos, con su rebosante generosidad, crearon dos puentes que atraviesan por encima las vías (os aconsejo que probéis a ir andando por ellos a menudo, porque si lo hacéis esporádicamente seguiríais sin comprenderme), uno que te deja al lado de la Estación y el otro que te adelanta un tramo en la Avda. del Mediterráneo.

Cuando salgo, a un parque (que estaría a 5 minutos si no estuvieran las vías) o al centro (que sí quedaría a una distancia similar, pero sin necesidad de arrastrarse por una calle tan ruín) me veo obligado a tomar la tan tenebrosa, rancia y taciturna Carretera de Ciudad Jardín a los Molinos (según Google Maps) también conocida como Avda. Sierra Alhamilla. Nada aconsejable pasear por allí entrada la noche oscura. Ya no lo hacen ni los busca ruinas (aunque hay agradables leyendas de violaciones y casos de robo por el estilo), que supongo se cansaron de sentirse tan solos ante el repelente muro de las vías y monótono y desértico camino. Siempre que salgo, o me doy el paseito por Sierra Alhamilla -lo legal- (con mis auriculares y mi música mi mundillo es perfecto, ignorando la vista, viendo más allá de los sentidos) o salto las vías. No me queda otra. Y no, no es ser malo, ni chulo, ni imprudente. Alguien que se las haya saltado alguna vez ya, con dos dedos de frente, sabe que es ser hábil, en todo caso, y un ahorro de tiempo que vale oro. Insisto, no son las típicas vías en que cada cinco minutos, aparece como un rayo de luz un nuevo tren, que igual como apareció, como un relámpago marcha, donde la posibilidad de cruzarlas sin que pase un tren o pueda pasar son elevadísimas. No. Y si las salto, es pasada la media noche (el último tren que llega a la estación, es a las 23:00, y allí se queda hasta la aurora del siguiente día). Simplemente hay que dar un saltillo al muro y conocer los horarios y las zonas para hacerlo sin mayor problema. Y no es lo correcto, ni legal, lo sé, pero que estén las vías ahí en medio dando guerra no lo elegí yo. Yo puedo elegir darme un paseo de veinte minutos antes de llegar a un sitio que está al lado a los ojos, y aguantarme como si nada sabiendo que si estuvieran soterradas, tardaría dos minutos. Es como hacer ejercicios de matemáticas financieras o contabilidad con lápiz y papel pudiendo hacerlos mediante un específico y cómodo programa por ordenador. Impotencia.

Desde que vine aquí, se hablaba de soterrar las vías, plan que lleva unos veinte años ya estudiándose, que se echaría abajo una o varias veces por discrepancias entre los partidos políticos hasta que por fin se presupuestó en 2009 y actualmente se están llevando a cabo los últimos trámites antes de empezar la construcción. Aun así, se habla de un soterramiento a la altura de los Molinos (barrio que está a un paseito del mío), y otros rumores, por lo que seguiría sin corregir el problema del que hablo. Vale no dramatizo más, al fin y al cabo, rumores son. Me da un alivio saber que dentro de diez o veinte años estarán por fin soterradas las vías...No lo podéis imaginar. Espero que para entonces ya no viva aquí, pero que al menos no se vean afectadas las generaciones venideras, como me afectó y me afecta a mí.