martes, 30 de octubre de 2012

¿Huir? —Cerrar capítulos, simplemente.

El plástico se dilata con el calor y con el frío se contrae.

Cuando estás alegre, cariñoso y cálido es como si también pudieras dilatar, como si contigo crecieran los demás.
¿Pero cómo desprender sonrisas durmiendo bajo un techo de penuria y llantos?
Hora tras hora, día tras día, año tras año... ¿Ignorar el tedio y derrumbe patente en estas cuatro paredes?
Y llegar a ser lo fuerte que la vida exija... ¿A cualquier precio?
Creo con más seguridad que ayer, que esta espiral no dejará de embrutecerme hasta consiga emanciparme. Los vínculos familiares son tan fuertes que pueden convertirse en una pesada carga para lanzarnos a volar. Más ahora, en la vida actual que los tuyos te lo dan todo ¿Todo? Con suerte.


¿Suerte?

sábado, 27 de octubre de 2012

Canción realista


¿Y temer el qué dirán una vez más? Creo que podré soportarlo. Ni la lluvia, ni el frío ni nadie me aislará del mundo en contra de mi voluntad.

De esto está hecho el tejido de la mente. De esto que puedo describir y explicar errando con plena ignorancia.

Aunque en cuanto a la mente que a mí me gobierna, puedo decir que desde que entré en la universidad, tiene una tendencia clara hacia la decadencia. Entendida ésta como (y basándome en una idea original del artista Juaninacka, quien publicó una entrada con dicho título en su antiguo blog) una forma de constatar el fin del ser auténtico, de las necesidades realmente necesarias y, como Juaninacka escribía: "¿Dónde empieza la decadencia? Donde termina la supervivencia".
Supongo que por eso cuando en este blog escribo me creo que contra ella lucho. Para terminar reconociendo esto mismo: en esto hemos convertido el concepto natural de vivir, llevando la vida con tanta renovación continua hacia el enfoque conceptual de los tres pilares del marketing (generadores de dinero en forma masiva): necesidad, consumo y satisfacción o (a fin de cuentas) felicidad, que nos aprisionan voluntaria o involuntariamente.
Sin olvidar, en absoluto, a aquellas almas robustas y geniales que viven con un grado de verdad más que admirable y lo consiguen llevar a la práctica como algo natural. Éstas nunca serán pobres.


¿Luchar contra el pesimismo con altas dosis de optimismo?
Y el ganador de mi voto es para: el realismo (referido a lo que yo entiendo por ello: la visión más cierta y cruel de la realidad).
La inocencia con que me muevo quizás se deteriore más despacio que la del resto de mi generación, a pesar de que apenas me aporte virtud sino pasividad.
Es fácil observar que desde que entras a formar parte de la población activa, nos bañamos en una realidad que necesitamos sea lo más sólida posible, para evitar se tambalee y nos haga perder nuestra seguridad y decisión serena, tan preciadas por nuestros jefes. O más bien se nos vende, casi se nos obliga a comprar dicha verdad. Esto nos hace parte de la cruel espiral realista del mundo: todos somos necesarios, pero nadie es imprescindible. En la medida que te lo planteas de manera crítica al respecto, podríamos decir que oscilamos entre lo que nos gustaría hacer y lo que debemos hacer, lo cual nos condena a la realidad presente o status quo. Ésto, pienso que es así porque en ese desequilibrio que padecemos al reflexionar sobre ello, generamos inseguridad en nosotros mismos, la cual se contagia, aunque no creo que sea esa la principal razón por la que se alejan quienes la perciben. Una vez aceptado que la inseguridad echa abajo tu quehacer, basta con aplicarlo al sistema laboral vigente, con sus peculiaridades, pero prácticamente similar en occidente. Por tanto, es un sistema que quiere un modelo de trabajador estándar. En el trabajo puedes optar por ser siempre como eres o por interpretar un papel. Como en la vida, nada nuevo.
Y la previsión de futuro augura un mundo más globalizado aún: pronto occidente equivaldrá a oriente. Esa es la enhorabuena que el capitalismo regala a las culturas diferentes, y no como el antiguo socialismo totalitario, que homogeneizaba de manera obligatoria a su población. El capitalismo es como los ingleses: irónico por naturaleza.
Sin embargo, sí que es una situación en la que cabe dudar si realmente es así como se debe vivir para alcanzar el deseado bienestar, o si aún podríamos ambicionar e incluso crear la situación que nos plazca.

Pensad que es más curioso de lo que parece, porque cuando se es por costumbre una persona insegura en aquellos aspectos en los que socialmente puedes observar que menos lo toleran, se entra en dejar de ser tú mismo para aprender a ser un modelo típico de persona que no da problemas y rinde sin hacer demasiadas preguntas.
Las marionetas, para según qué función, las elige quien las maneja y las mueve fieles a un movimiento que, nacido en un ente, llamemos omnipotente, llega al muñeco como si éste fuera el que decidiese moverse. Y el público, por aburrimiento (o entretenimiento), acepta que es la marioneta la que se mueve, aunque sin estar totalmente seguro de quién, sabe que alguien lo dirige y, precisamente esto último, es lo que menos se cuestiona, lo que más importa. Lo que se termina valorando es que entretenga dicha función y sea fiel al guión.

Y mientras releo lo escrito, me acuerdo de las medidas que toma el gobierno de mi país acompasado de las tendencias económicas que recomienda la Unión Europea mediante sus instituciones de poder y me permito dudar si son ésas y no otras, las únicas medidas posibles a acatar por parte de los Estados Hundidos por la nefasta gestión económico-financiera. El paneuropeísmo está bien cuando te lo figuras a largo plazo. Aunque leyendo a diario la prensa salmón, me da a mí que pierde atractivo a pasos agigantados. Y es el mismo dilema: ¿es esto a lo que me tengo que resignar?
Cada día que pasa, parece que todo es más improbable que cambie a mejor evitando pisar más de un cuello y forzar al suicidio a más de uno, como etapa previa al periodo de bienestar.



Porque, le pese a quien le pese, la Economía es cíclica.



domingo, 14 de octubre de 2012

Bien, ¿y tú?

Tenía, como siempre, una prisa anormal y mientras tres o cuatro canas iban apareciendo en su cabellera, con las manos en los bolsillos y en dirección a ninguna parte, pensaba en su futuro.
Nunca había pisado con tanta seguridad. Pero, ¿y esa frialdad?

El jodido veranillo de San Miguel ponía un calor otoñal suficiente como para hacer sudar a cualquier Usain Bolt a semejantes velocidades por este desierto. Desierto carente de sentido.
Resultaba curioso, porque su cuerpo en movimiento no generaba sino frío. FRÍO. La frialdad del asesino que obliga a un niño a matar a su padre, para formar parte de un clan. La frialdad del niño que presenció como asesinaban a su familia, y ahora los problemas cotidianos de sus vecinos le parecen más que un cúmulo de mierdas aburridas en las que no invertir más tiempo que el que realmente precisan, cómo si fuera necesario que ocurriera una desgracia traumática para saber qué es realmente importante.

Puedes mirar a los ojos de la gente para comprobar qué clase de niño lleva adentro. Ojo, si hay sonrisa: alto margen de error. Miradas que, como las palabras que decimos, siempre dicen una parte de toda la verdad.

No sabía a dónde, mas halló por qué.

Como el que disfruta de leer libros sin obtener una recompensa pecuniaria ni de ningún otro tipo. Vio algunas imágenes en su mente que se sostenían a duras penas, ¿creer en ellas? ahora menos que ayer.

Una lástima. Tras otra. Empezó a gustar el ver que aunque intentase evitarlo, cambiaba, variaba sus principios, invertía sus raíces tradicionales y, en general, hacía lo que le daba la real gana con ellas. Generaba posibilidades infinitas para las infinitas ideas, y no se preocupaba con demasiada antelación de qué hacer si una le gustase y lo conquistara definitivamente.
Lo definitivo. Lo absoluto. Qué bien suena, joder. Pero en qué especie de cierramentes convierte a los devotos de ambos conceptos.
Ellos lucharán por que nadie cambie sus ideas. Él, con el mismo valor pero opuesto, en su extremo caótico, también ejercerá su derecho como dictador de ideas variables por época, por tacto y por sabor.

Y, puesto que vive, seguirá existiendo. Sea frío, con melosa rabia... sea como fuere.