domingo, 21 de agosto de 2011

Con prisa pero con pausas

Comías ansioso el helado, y sentías una aceleración en tu palpitante corazón que no daba tregua a esa tarde infernal. El agobio estival, el cuarto aclimatado y un sistema inmunitario confundido por los vastos cambios de temperatura empujaban los nervios, la voluntad y lo apetecible de un mero snack al inminente colmo de tu garganta, harta de largos tragos de agua muy fría. A falta de dos días para el viaje de trabajo, y después exámenes. Examinadores con exámenes que te examinan. Exámenes o esa bella palabra que te deprime, te acelera, te motiva, te reta y busca reírse de tus esfuerzos y estudios mal compenetrados en la forma y en el fondo. Y te notas cómo se extienden los nervios aislantes en el tórax, la faringe por la que tragas cada bocado, bajando por ella como si ésta fuese de plástico y al caer en el estómago se despierta una explosión de ácidos que dormían en la tranquila y avanzada digestión. Y levantas de esa silla que soporta el perezoso saco de huesos de que dispones, para enviarlo a la cocina donde dejarás los restos de tu merienda. Te lavas los dientes en el pequeño cuarto de baño y pronto sientes esa apabullante humedad -asquerosa-, esas pequeñas gotas que en minutos se multiplican por tu frente y tu bigote y tu pecho y tus lumbares, que estás recién duchado y ya estás, de nuevo, embadurnado del agua ya procesada de las dependencias de tu cabeza. Cabeza o bombilla que sólo se enciende con la electricidad obtenida de los alimentos que hayas tomado, cuando no se funde o no le falla el contacto. Y vuelves allí, frente a esa pantalla de plástico y otros sintéticos, electrónicos y demás parafernalia que te acomoda hora tras hora, mientras asesinas un tiempo glorioso para...al fin y al cabo, para todo y para nada. Retas tu voluntad -todo o nada-, cierras cada ventana abierta, incluído ese reproductor que envía órdenes a la placa base para con la tarjeta de sonido hasta los altavoces y emite ese ruido adictivo, esa droga que desinhibe y altera tu estado de ánimo. Por fin, cierras el sistema operativo. Limpias el escritorio donde vas a estudiar que está lleno de tierra traída por el viento de ayer, que depositó gustosamente allí. Adoptas actitud de estudiante responsable y le plantas cara a un ejercicio que diste en clase hace 6 meses. Que bien, anímo tío, pronto cogerás diligencia y lo harás como si nada. También pronto te irás de viaje y empezarás a trabajar. Rápido, aprovecha el tiempo. Tres horas después lo has terminado. Casualmente el día también.