martes, 1 de noviembre de 2011

Metas. Tiempo. Vida.

Te gustaría no escribir lo que no tenías pensado, pero justo cuando tecleas el principio, ya es demasiado tarde. Destrozando cada una de las ideas originales, creas un montón de frases vacías que te desfogan de tanta tensión acumulada. Y esto es lo que pasa cuando vuelves a las andadas del tecleo tras meses de inactividad en el caso, además, de ser una persona muy poco constante.

Has estado proponiéndote metas (como si algún día dejases de hacerlo) y observando la forma en que tus días pasan sin dejar apenas huella en el tiempo. Son ellas, entonces, las que marcan las etapas. Son los objetivos alcanzados los que delimitan en tu pasado un espacio del otro.
Sin embargo, las metas siguen un ritmo social. Me refiero en lo que concierne mi experiencia, y mis conclusiones de lo que veo a mi alrededor más próximo. Hablo del momento de la vida o intervalo de tiempo en que se ha de conseguir un objetivo, según exigencias implícitas en las circunstancias de cada cual, y su entorno. Pensando así es cuando caigo en la cuenta de lo efímero que resulta saborear el éxito, y lo relativo que se torna.
Me sacrifico en mi tiempo libre para alcanzar esa meta que, una vez superada, me acerca una realidad muy poco agradecida. El tiempo social en que debí haberme dedicado para su obtención pasó, porque una mayoría de los de mi generación ya la consiguieron en su día, el día en que "fue el momento preciso". La última meta que alcancé fue hace unos días, y me sentí satisfecho, sí. Mas pocos minutos después del subidón de alegría, empezó a caminar, pesada, sobre cristales que se van rompiendo -con tremendo crujir-, la consciencia. Mi "yo" más crítico me señala y me riñe con severidad. La satisfacción se desvanece. La carga en la espalda regresa: "¡Aprueba! ¡Gana dinero!". Estoy perdiendo tiempo celebrando que aún no he conseguido todos los objetivos propuestos que he ido aplazando sin control con el paso del tiempo.
La consciencia del irresponsable, instigadora insaciable, espera ya esfuerzos para otra meta, ya sea antigua, actual o futura. Y no va a cesar su tortura ni un segundo en vano. Distinto sería que lograse superar al "gigante consciente", y redujese ese dualismo a un monismo íntegro en la consecución, a tiempo real, de proposiciones, también, nacidas en un mismo momento, comprendido a su vez en un intervalo temporal de aceptación social de las mismas.

¿Es eso la vida, feliz, en algún caso? ¿Hacer lo que debieras en el momento que debieras?


Lamentos del irresponsable.-





domingo, 21 de agosto de 2011

Con prisa pero con pausas

Comías ansioso el helado, y sentías una aceleración en tu palpitante corazón que no daba tregua a esa tarde infernal. El agobio estival, el cuarto aclimatado y un sistema inmunitario confundido por los vastos cambios de temperatura empujaban los nervios, la voluntad y lo apetecible de un mero snack al inminente colmo de tu garganta, harta de largos tragos de agua muy fría. A falta de dos días para el viaje de trabajo, y después exámenes. Examinadores con exámenes que te examinan. Exámenes o esa bella palabra que te deprime, te acelera, te motiva, te reta y busca reírse de tus esfuerzos y estudios mal compenetrados en la forma y en el fondo. Y te notas cómo se extienden los nervios aislantes en el tórax, la faringe por la que tragas cada bocado, bajando por ella como si ésta fuese de plástico y al caer en el estómago se despierta una explosión de ácidos que dormían en la tranquila y avanzada digestión. Y levantas de esa silla que soporta el perezoso saco de huesos de que dispones, para enviarlo a la cocina donde dejarás los restos de tu merienda. Te lavas los dientes en el pequeño cuarto de baño y pronto sientes esa apabullante humedad -asquerosa-, esas pequeñas gotas que en minutos se multiplican por tu frente y tu bigote y tu pecho y tus lumbares, que estás recién duchado y ya estás, de nuevo, embadurnado del agua ya procesada de las dependencias de tu cabeza. Cabeza o bombilla que sólo se enciende con la electricidad obtenida de los alimentos que hayas tomado, cuando no se funde o no le falla el contacto. Y vuelves allí, frente a esa pantalla de plástico y otros sintéticos, electrónicos y demás parafernalia que te acomoda hora tras hora, mientras asesinas un tiempo glorioso para...al fin y al cabo, para todo y para nada. Retas tu voluntad -todo o nada-, cierras cada ventana abierta, incluído ese reproductor que envía órdenes a la placa base para con la tarjeta de sonido hasta los altavoces y emite ese ruido adictivo, esa droga que desinhibe y altera tu estado de ánimo. Por fin, cierras el sistema operativo. Limpias el escritorio donde vas a estudiar que está lleno de tierra traída por el viento de ayer, que depositó gustosamente allí. Adoptas actitud de estudiante responsable y le plantas cara a un ejercicio que diste en clase hace 6 meses. Que bien, anímo tío, pronto cogerás diligencia y lo harás como si nada. También pronto te irás de viaje y empezarás a trabajar. Rápido, aprovecha el tiempo. Tres horas después lo has terminado. Casualmente el día también.

sábado, 2 de julio de 2011

Growing up

Ahora se aparta. Se deshace. No le busques en la voz, ni en las palabras. Ya no lo leerás por un tiempo indefinido. Ya llevas un tiempo sin hacerlo...

Parece no ser un adiós, ni siquiera un hasta luego. Es un cambio más. Y debe ser longevo para ser real.

Se desviste y, desnudo por breves segundos, padece de impersonalidad momentánea.

Volverse a crear. Es empezar nuevos caminos. Es seguir creciendo.
Está ocupado, lo siento.
Por fin lo está haciendo.



Y siempre quedará eso. La curiosidad hacia la vida de la ilustración. El sabor mental del todo que al tacto en las manos resulta nada.

jueves, 2 de junio de 2011

Felicidad compartida

La realidad no era lo que intuía, pero ella estaba convencida que todavía existía algo en él que no le daba, fuera por mera comodidad, forma de querer despistada o de llana indiferencia.

El individuo cuenta que su historia cambió una eternidad en algo más de medio año, en términos brutos. Cada día, cada semana que pasaba, sobre todo cada semana... ¿No fueron aquellos clandestinos packs de siete días, los mejores de sus vidas? Cuando pasaba un mes, mes de contacto subliminal, había evolucionado tanto ese vínculo, costaba dar aquellos advertidos giros de 360º (que terminarían siendo vuelta a la situación de partida), y no quisieron plantear ni siquiera el de 180º, o cambio de sentido, porque la magia era palpable pero, sobre todo, era valiosa, valiosa por lo complicado que resulta encontrar fuentes de maná tan puro, valiosa por ser única.

Decía él que, al principio, no es que hiciera todo lo que ahora hace más otros quehaceres, como si todo lo que hubo hecho hubiera sido más que para impresionar, no. Ocurrió que, coaccionado por las circunstancias, se concentraba únicamente en aquellas funciones que lo acercaban a dicha musa (inalcanzable en aquellos momentos) rechazando todo plan diferente que excluyera estar pensando constantemente en su imagen, pues su persona todavía estaba en proceso de conocer.

Que no escribía nunca, que no tenía detalles, que el romanticismo desapareció... Nadie puede entenderlo, y no merece la pena justificarlo. Sencillamente, cuando al muchacho sólo le apetecía saber de ella, rugía en su consciencia una voz en off, tal que así: lo quiere a él, no a ti, por eso está con él y no contigo; o así: sé digno; fair play; o: ante todo respeto. Y la impotencia lo llevaba a desahogarse en una soledad relativa (ella siempre estaba en su mente) en breves escritos prosaicos, clamando su máxima elegancia en palabras variadas y redacción nobiliaria, en definitiva, lo que para éste suponía tratar sobre semejante belleza. Podía dedicar horas que morían mientras él la inventaba a solas. Todo el tiempo que, ni las obligaciones, ni la impotencia del no poder tenerla a la vista, pudiera reinvertir para su esculpido más digno. Y fue en esos momentos en que todo parecía tan borroso, que cuando coincidían en algún círculo social compartido, salía de ambos hacerlo provechoso. Lo prohibido que despertaba un fuerte deseo de romper las reglas y las vanales conformidades. Aquellos días siempre serán celebrados con gran valor vital. Nadie podrá decir que se salvaron a mitad de camino. -Rápido, sólo tienes esta oportunidad, aprovéchala. Ansiadas coincidencias, y provocadora incertidumbre por saber más de aquella sombra tan insurgente... ¡Y no te eches atrás, que parece que ella también lo siente! Ay...

Mas la vida, que no podía considerarse sino un desvivir, pasaba rauda, y todo evolucionaba de modo inverso, acercándose más a mí en cada segundo que se iba deshaciendo... Si todo comenzó con leyes de alejamiento y respeto subliminal, la situación del presente les hacía, inconscientemente, labrarse nexos irrompibles, de los que siempre queda, al menos, lo esencial.

Claro, ahora entiendo por qué él decidió no dedicarse a nada más que realidad para con ella. Cogió tanta manía a la expresión escrita, que ya solo le recordaba a aquellos tiempos de querer y no poder cuando no había más opción que desahogarse en la red, de modo virtual, para no reventar. Y era triste mirándolo por el lado de la actividad y de lo real. Porque era ficticio, era imaginación y sueños resacosos.
Ahora el chico solo quiere vivir todo con ella. Y cuanto menos se pare en la decoración del entorno y las palabras, más tiempo tendrá para besarla y tomarla, haciéndola suya aunque solo fuera por décimas de segundo, a modo de sensaciones que trascienden al alma.
Uno, dos, tres impulsos veloces en que notas una brevedad y, sin más, desaparecen. La piel se alza con el bello y da ese frío tan candoroso... Certificado universal de que no lo puedes dejar escapar, sea lo que sea.

No necesitaba ya de poesías ni prosas para decirle que, si bien ella nunca sería realmente de él, él ya se había entregado a ella hasta la médula.
Que buscase la magia en sus besos y en su calor o, en última instancia, en el olor a clavel y dejase de buscar felicidad más allá de la fuente principal que, frontalmente, medio año ha, ya estaba abasteciéndola. El resto del tiempo sería para las obligaciones intelectuales, sociales y cívicas, y para las laborales, que le dotarían de recursos en un futuro próximo para adquirir esos magníficos amplificadores (materiales) de magia, bienestar, y felicidad compartida de dos.
Esta siembra merecía la pena.



La vida sonreía, o ellos sonreían a la vida, porque realmente ya, era la vida la que los veía pasar. Ellos, involuntariamente, perdían la noción de tiempo... Tan envolvente era la forma en que ambos se compartían...

miércoles, 25 de mayo de 2011

Agua para la sed

Volví de lejos por un poco de aquel místico líquido. Lo cierto es que el calor, lluvia y las ventiscas a las que me expuse hasta llegar a la Fuente Confianza, deterioraron mi corteza y, al mismo tiempo, estimularon mi cuerpo para crear otro pellejo nuevo, esto es, uno más sano y fuerte.

¿Qué fue del cazo que eché en la mochila? Me parecería inexcusable decir que lo perdí, fuera por lo que fuese.

Y ahora, a pasitos cortos, llevo entre mis manos, a modo de cuña cerrada, el agua de la Fuente tan preciada. Bajo las terrazas de agosto, para no se evapore, habiendo pasado días debajo de algunos alcornoques en invierno, para reservarla de los agentes naturales, y hasta haberla cubierto con una bolsa para el viento no la fuera a volcar.
Y se me vuelve a derramar, mas no lo veo claro, pero este agua que sin querer distribuyo, ¿a dónde irá a parar? ¿hará bien a alguien?
No me hartaré de hacer el mismo camino las veces que hagan falta. Vendré por este agua hasta que mi vida deje de ser eso, vida. Aunque ahora me he sentado en mitad del camino para arrepentir mis manos temblorosas de esta ingenuidad maldita.

Hasta que me levante.


He cometido errores en mi vida pero, ¿me perdonas si cometo más, si me quedo sin fuerza y sin bromas, o pensarás que llego tarde, que mi mundo arde, y que haciéndome el valiente fui cobarde?

martes, 3 de mayo de 2011

Nada especial

Ese tipo de insignificancias como que no cancelas tus planes a pesar de estar cayendo una lluvia colateral llevada por un viento desatado. Sí, esa lluvia que invierte paraguas y que llena la calzada de riachuelos por los que, como mínimo, un coche, al sobrepasarlos, veloz, cerca de la acera por la que discurres, te regala un simpático chapuzón. Gajes del oficio para un peatón sin carnet ni coche que conducir con el que aislarte del exterior mientras te desplazas.

Pues sí, lo piensas y está bien. Habituados al buen tiempo y a la comodidad (que causa la costumbre del mismo), hoy es un día sin ningún suceso importante hasta que te paras a analizarlo y das con que quizás no le hayas visto esa relevancia que realmente sí ha tenido.

La debilidad se alimenta de dejadez y conformismo. Pero lo siento, amiga Bohemia, tenía que salir de casa. Y un día gris, triste, frío e incómodo como me lo ha parecido, no ha podido con mi voluntad.



Stand up!

miércoles, 27 de abril de 2011

¿Cómo? ¿Qué?

"No es tanto la forma en qué lo dice, sino el significado de lo que dice".


"No es tanto cómo lo dijo, sino lo que dijo".


"Tanto lo que dice como la forma en que lo expresa, tienen un mismo peso en una situación dada."





Azul, Blanco, Verde, Amarillo, Rojo, Marrón, Gris, Negro...

lunes, 4 de abril de 2011

¿Lo de siempre?

Y volvió a retumbar desde su memoria aquella expresión tan derruida: "Lo de siempre", y eso que se consideraba instigador nato del antitradicionalismo. Se tragaba cada día sus palabras y se empachaba de ellas hasta el punto de sentirse normal, sin más.
Mostraba un deje ambicioso con la traducción lingüística de sus sueños en teorías melodiosas y, a veces, inquietantes, entretejidas por palabras menudas, que luchaba por adecuar, eligiendo detenidamente el nombre exacto de cada cosa. Despuntaba la función que representaba la felicidad en su gráfica personal.
Pronto caería el castillo de naipes. Qué incoherencia más amarga la de la dicotomía personal. Si "plan" y "acción" no son la misma cosa. Y cuánto tiempo tropezando. Es aquí donde toca el mínimo aquella felicidad.
Resulta que la construcción del "yo" constante y actual conllevaba una deconstrucción en el "anti-yo" del pasado y empírico.
La paradoja es que con la brusca subida experimentada por la somnolienta parte teórica, situando en el mismo eje (x,y) el descenso depresivo causado por la caótica (a veces hipócrita) práctica, se obtenía un equilibrio consciente donde el perfecto ideal de su ser, y de su estar, se adhería como uña y carne al autocrítico estado de hundimiento e incoherencia.

Verdad que su vida era mucho más normal de lo que se podía imaginar, a pesar de todo. Sin embargo, él se martirizaba rozando el exceso ofuscándose hasta la salvedad absoluta y derrota interior.
De esa manera le era imposible vislumbrar con claridad la consecución de sus objetivos en el tiempo debido, consecuencia del compromiso prestado.


Pero hay algo que está involucrándose en él. Algo, y alguien. Una energía sobrecogedora que no sigue su patrón, y una figura que posee ápices de guía. Un puzle nuevo que construir, con piezas aún por descubrir. Y a ese ente le gustan los puzles, concretamente los tangibles. Y él espera que también disfrute de los subliminales.

"Lo de siempre" empieza a dejar de serlo.

sábado, 26 de marzo de 2011

Depende

Fácil es sumar dos más dos, cantar el abecedario, el Padre Nuestro (para los que mamaron aquella prisión o catequesis); resolver las integrales impropias como si vinieran de fábrica (tras presentarse varias veces al examen); o calcular el precio de mercado (oferta igual a demanda, ¿no?). Sencillo es saber como se saca un elefante del agua y cómo se pinta un cuadrado con tan solo tres rayas. Está demasiado asequible la fecha en que Cristóbal Colón llegó a las supuestas Indias, o la de la primera constitución española. No caben dudas sobre la persona exacta que se vota en las elecciones generales, ¿verdad?, ni ¿cuáles son los objetivos del partido al que votas? pregunta tonta, ¿eh?. Podríamos decir: lo evidente por evidente no deja de ser importante pero, ¿existe evidencia tan absoluta que no precise cerciorarse antes de considerarla como tal?

Fácil, en realidad, es cualquier problema, una vez se conoce y/o se estudia. Una vez descubierto y controlado, lo tortuoso se hace cómodo o simple y esto se torna relajante, entretenido, básico...hasta útil.


Difícil es aprender a sumar, multiplicar, y entender las propiedades de dichas operaciones (más de un dolor de cabeza dio la propiedad distributiva o el famoso saca factor común, sí, costó) cuando no tenías en mente más que hacer superman con el babi, no resultaba tarea fácil exprimir el intelecto; es una paliza memorizarse la constitución o la norma novena del Plan General Contable para intentar cantarla después; es difícil dar el paso cuando eso implica una potencial disminución de reputación "machote"; fue complicado conseguir nadar o montar en bicicleta hasta que le echabas ganas y a base de intentarlo una y otra vez, salía, sale (actividades que la mayoría domina y, por ello, se infravalora, por olvido o falta de empatía, lo que costó aprehenderlas); indestructibles fueron las Matemáticas Financieras hasta que cayeron, e intimidantes siguen siendo Contabilidad de Costes y Ampliación de Contabilidad, porque aún no las has tratado...

...porque no las has tratado. No las has superado porque no las has afrontado, condición necesaria. Y si ya las hubieras memorizado, entendido y trabajado, ya las habrías leído al principio de esta entrada porque ya no supondría dificultad alguna.



El sabor de adquirir una nueva destreza, supuestamente complicada, es...inefable.



Abandonar siempre es una opción, pero esto ya entraría en el párrafo de las cuestiones fáciles.

jueves, 3 de marzo de 2011

Extrañar


Pirita. La única puerta de metal de color grana en la calle.
Claro que tenía pánico de subir las escaleras. Siempre podía estar esperándome un tigre allí arriba. Grande imaginación. Mi padre lo ahuyentaba rápidamente.
Aquella inestable barandilla de madera de pino, barnizada, tan floja y maleable.
La puerta de bar entre la cocina y el comedor, en la que exploté con éxito todas las posibilidades de llevarme un golpetazo, fuera en la cabeza por pasar arrastrándome por debajo, o en el costado por pasar justo después de alguno de mis hermanos o padres. Hasta pillarme los dedos...
También el televisor Philips de hacía casi veinticinco años (hasta entonces), que perdía la imagen siempre en el mejor momento y tras varios "funciona o muere" volvía en sí.
Despertar a las 7:00 de la mañana sin despertador, a ver el Club Megatrix o Disney Club.

Adiós a todos ellos, adiós.

Y aquel patio antiguo, con el cerezo que hubimos de transplantar justo en frente de la casa a causa de las obras. Recortarían el patio a la mitad a cambio de un nuevo cuarto de baño. El aseo antiguo del la primera planta daba a la calle y mojábamos papel higiénico para arrojarlo a cualquier afortunado que pasara por debajo en ese instante.
Duchas veraniegas en cueros, allí. Calor continental.
El balcón al que se accedía atravesando la habitación de mis padres. En el que me pasé tantas horas tomando el sol, jugando a la Gameboy, o dibujando el campo que se extendía justo al frente.
Campo por el que anduve hasta doler las piernas. Todo verde y embarrizado, amarillo y árido, daba igual. Bases secretas creadas aplastando roales, comunicadas entre sí por caminos estrechos y laberínticos de entre los bancales del trigo alto y verde.
Acogía numerosos postes de la luz, alguno abandonado en el que hacíamos cabañas, hogueras y barbacoas, todos microbios de hasta doce años, aún menores la mayoría.
Época de liria, y todos pringados de pega hasta las cejas. La escopeta de perdigones y los verderones de muestra. No resultaba nada aburrido.
Escarcha del rocío. Invierno gélido y encharcado.

Adiós a todos ellos, adiós.

El equipo de hockey "practice 3", los patines tartanas y los Rollerblade Viablade.
Residencial Los Girasoles. Escaleras profundas y saltos sin miedo. Ocho escalones, salto, pérdida del control, suelo, suelo, suelo. Sangre. No hay dolor, sigamos.
Vamos a Frigo a comprar chuches. Después a comprar cigarros a cinco duros la unidad, ¿o era a diez?
Las tardes fumando Camel escondidos en portales de casas (en las que no parecía haber nadie) hasta adquirir un estado de mareo. Echar el humo por la nariz decía si sabías fumar. Terminar pensando qué carajo hacía con once años buscando comportarme como un adulto, sabiendo que lo hacía muy a mi pesar.
Camino a La Charca de Tobaruela cantando Suma y sigue, Poquito a poco, o El del medio de Los Chichos, de Estopa, para echar el día, pescar y seguir fumando.
Instituto Huarte de San Juan. Primero de la E.S.O. grupo A. Anécdotas, anécdotas, y más anécdotas. Comienza la adolescencia y el pavo.
De repente, y a mitad de curso...oposiciones aprobadas. Mi padre se autorrealiza, al fin y al cabo. Plaza en Almería. Lágrimas, impotencia, amistades ahogadas y un sincero dolor de amor truncado.

Ni voz, ni voto.
Adiós a todos ellos, adiós.

Ya no había miedo en las escaleras, sino pena en mí. Igualmente me costaba bajarlas.
Ese verano se oía de fondo Vive el verano en el equipo de música mientras empaquetaba las últimas cosas.
Mudanza y un último rodeo en bicicleta a la Colonia del Sol.

Adiós Linares, adiós.



Giro de 180º. Almería, playa, viento y sol.
Nueva vida.
¿Y la anterior qué? Recuerdos ácidos y afilados que aruñan mi alma y la marcan toda de estigmas...de por vida.

jueves, 3 de febrero de 2011

Más allá de los sentidos I

A menudo proyecto en mi mente cómo fueron mis sueños antes de convertirse en realidad, antes de pasear entre los semejantes y sentirme ajeno a sus desgracias y conceptos de sus palabras más pronunciadas.

Mientras estudio los puntos convexos de las nuevas constelaciones que observo, reconozco el brillo, la lejanía. Yo he estado allí. He sentido el calor abrasador de cada uno de aquellos cuerpos celestes. Sí, estoy seguro de ello. No tanto como del momento exacto en el que aquel día comprendí uno de los más valiosos significados que puede transmitirte el simple brillar de unos ojos de ámbar.
Es probable se tratase de constelaciones ya existentes, pero aún así, bendigo mi ignorante imaginación, que me da felicidad, la más conformista y falsa, pero cómoda y saciante.



Recuerdo aquella tarde parca del día en que, por primera vez, vi lo valioso de una joya, de una piedra preciosa de verdad. Venía de la casa de mi viejo amigo Gómez. Estuvimos en total seis colegas, él y yo jugando al ajedrez largo y tendido. Por cierto, soberana derrota a la que me sumió. Pasaría un rato hasta que llamó la parienta de uno de ellos, para proponerle plan de noche. Una cena en el piso de ella, que estaba en aquel momento tomándose unas copas con tres amigas más en un pub con un nombre similar al de una bebida carbónica. Él nos comentó la idea, y quedamos ambos para ir después. Los demás se repartirían entre los apalancados al piso de Gómez, y otro que marchó con la que era su novia por aquel entonces. Pasados tres cuartos de hora, ellas nos esperaban cerca del portal de Gonzo. Habían concluído su entretenida tarde con un poco de alcohol por sangre y un humor desternillante. A excepción de la que conducía. No menos que una especie, aún desconocida por mis ojos, de persona; un lívido ángel quedaba, puesto a su lado, a la altura del betún. No, no era un ángel. De echo, era humana, de carne y hueso. No parecía nada que no fuese. No a mis ojos, penetrando los suyos y perdidos en su inmensidad interior desde el primer cruce, todavía siendo involuntaria e inconscientemente. Tal vez sí que diera orden de alejamiento al rondar por sus proximidades durante más tiempo del debido. Pero las apariencias engañan, siempre lo hacen. Y más las que nacen del desconocimiento total de la persona, basadas únicamente en la visión y primera impresión. No sería aquella vez la primera en que entendería con soltura aquellas infinitas sensaciones que pudiera transmitir ahora sobre dichos momentos, pero sí fue la tarde en que establecimos el primer puente de palabras que nos permitiría circular sobre el lago helado de la distancia y timidez las siguientes veces, donde realmente ya comenzaría a plantearme si en toda mi corta vida, de veintidós años, había tenido semejante placer por tener cerca presencia tan envolvente como la suya.

No se trataba de quilates, fuera de cualquier aparente requisito comúnmente exigido. Puesto que a una infinidad de conciudadanos de los países más acomodados, como el mío, les parecía algo exquisito, pero no conseguían saber el por qué, si acaso se lo planteaban. Tal vez, porque no les resultaba tan increíble, o no tanto como para averiguar las razones que les llevaban a gastar tan elevadas sumas de efectivo en tan codiciadas piedras preciosas. Simplemente se conformaban con el prestigioso reconocimiento que se les otorgaba a sus portadores, como símbolo material de grandeza o elegancia.
Tengo que admitir que su brillo era sobresaliente. Sí, era verdadera la rectitud de sus aristas, de su transparencia cristalina y líquida. Sin embargo, eso no era más que lo máximo que mis limitados ojos podían percibir. Luego del tacto, era una lisura tan pulida, un acariciar al alma, un extraño besar desde las yemas de los afortunados dedos que la palpaban. Y tan solo eran mis dedos, mis manos, mi piel. Otra piel inhumana, no podría describirlo como tal. Era insípido, inodoro también, y así era precisamente porque es lo único que los sentidos pueden justificar.

Pero si hablamos de inspiración, de sensanciones que implica el observarlo, analizarlo, preguntarse mil y un por qué acerca de su valor intrínseco, soñarlo, convertirse en ello, saber qué siente, qué piensa, por qué y qué circunstancias le afectan en su toma de decisiones y confección de su ser, su origen, su historia...hasta llegar a venerarlo. Es entonces cuando creo que, de verdad, se entiende el más profundo valor de una joya. De un diamante, como lo pudiera ser ella.

domingo, 2 de enero de 2011

Insulso

Que "todo es mentira" fue lo último que gritó aquella gélida madrugada tan pálida. Rotundo, rugió resquebrajándose la garganta hasta romper sus cuerdas vocales, refiriéndose a mentiras de todos colores y formas, mentiras transparentes y opacas, macizas y huecas, mentiras dulces que producen caries y mentiras antisépticas, mentiras que dan estabilidad y hasta de las que te hacen feliz.
Era mentira que hubiera posibilidad de no caer en los errores del pasado. Que se podía crecer sin los mismos huesos con que se sufrió ayer.
Las montañas del monte, vistas desde casa, cogían un perfecto azul cian que también era totalmente ilusorio. Y las oscuras nubes grises del norte que iban devorando el añil del cielo eran un engaño, porque las nubes no necesitan comer. Una mentira tan cruenta como era que el día dejaba de ser bueno cuando la tormenta absorbía la luz del sol y dejaba el día gris.
Era incierto el reflejo del agua, o quizás era cierto, pero solo la certeza del reflejo, una ilusión óptica más. Eso pensó el irascible tipo mientras observaba su rostro deformarse tras sacudir de un manotazo la superficie de la charca en que se encontraba, descargando la tensión acumulada.
No existían los colores, con que jugaban los indeseables y humanos sentidos animales que nos venían dados al nacer, tan imperfectos y cautivados por luces y sombras.
Pero él parecía seguro de algo real. Él podía reconocerse en tacto y consciencia. Podía hacerlo pero no lo hacía. No estaba seguro de si primero estaba el cuerpo o el conocimiento de tenerlo.
Mientras tanto, no creía en apenas algo, nada de religiones, suerte o destino, ni siquiera creía tan a menudo en sí mismo. Se alimentaba del por qué de todo cuanto veía, del por qué veía, o del por qué se preguntaba por qué y le era tan vital conseguir saberlo.
Pero la tristeza le carcomía después de comprobar que sus semejantes no sentían esa curiosidad, o si la tenían, no luchaban por saciarla. Se sentía fuera de lugar aunque consciente de que siempre ha existido y existe alguien así. Sin embargo, le era demasiado penoso el que todavía, a día de hoy, costara tanto encontrarlo...más allá de los libros.

Y es una soledad tan desolada...