martes, 1 de noviembre de 2011

Metas. Tiempo. Vida.

Te gustaría no escribir lo que no tenías pensado, pero justo cuando tecleas el principio, ya es demasiado tarde. Destrozando cada una de las ideas originales, creas un montón de frases vacías que te desfogan de tanta tensión acumulada. Y esto es lo que pasa cuando vuelves a las andadas del tecleo tras meses de inactividad en el caso, además, de ser una persona muy poco constante.

Has estado proponiéndote metas (como si algún día dejases de hacerlo) y observando la forma en que tus días pasan sin dejar apenas huella en el tiempo. Son ellas, entonces, las que marcan las etapas. Son los objetivos alcanzados los que delimitan en tu pasado un espacio del otro.
Sin embargo, las metas siguen un ritmo social. Me refiero en lo que concierne mi experiencia, y mis conclusiones de lo que veo a mi alrededor más próximo. Hablo del momento de la vida o intervalo de tiempo en que se ha de conseguir un objetivo, según exigencias implícitas en las circunstancias de cada cual, y su entorno. Pensando así es cuando caigo en la cuenta de lo efímero que resulta saborear el éxito, y lo relativo que se torna.
Me sacrifico en mi tiempo libre para alcanzar esa meta que, una vez superada, me acerca una realidad muy poco agradecida. El tiempo social en que debí haberme dedicado para su obtención pasó, porque una mayoría de los de mi generación ya la consiguieron en su día, el día en que "fue el momento preciso". La última meta que alcancé fue hace unos días, y me sentí satisfecho, sí. Mas pocos minutos después del subidón de alegría, empezó a caminar, pesada, sobre cristales que se van rompiendo -con tremendo crujir-, la consciencia. Mi "yo" más crítico me señala y me riñe con severidad. La satisfacción se desvanece. La carga en la espalda regresa: "¡Aprueba! ¡Gana dinero!". Estoy perdiendo tiempo celebrando que aún no he conseguido todos los objetivos propuestos que he ido aplazando sin control con el paso del tiempo.
La consciencia del irresponsable, instigadora insaciable, espera ya esfuerzos para otra meta, ya sea antigua, actual o futura. Y no va a cesar su tortura ni un segundo en vano. Distinto sería que lograse superar al "gigante consciente", y redujese ese dualismo a un monismo íntegro en la consecución, a tiempo real, de proposiciones, también, nacidas en un mismo momento, comprendido a su vez en un intervalo temporal de aceptación social de las mismas.

¿Es eso la vida, feliz, en algún caso? ¿Hacer lo que debieras en el momento que debieras?


Lamentos del irresponsable.-