jueves, 2 de junio de 2011

Felicidad compartida

La realidad no era lo que intuía, pero ella estaba convencida que todavía existía algo en él que no le daba, fuera por mera comodidad, forma de querer despistada o de llana indiferencia.

El individuo cuenta que su historia cambió una eternidad en algo más de medio año, en términos brutos. Cada día, cada semana que pasaba, sobre todo cada semana... ¿No fueron aquellos clandestinos packs de siete días, los mejores de sus vidas? Cuando pasaba un mes, mes de contacto subliminal, había evolucionado tanto ese vínculo, costaba dar aquellos advertidos giros de 360º (que terminarían siendo vuelta a la situación de partida), y no quisieron plantear ni siquiera el de 180º, o cambio de sentido, porque la magia era palpable pero, sobre todo, era valiosa, valiosa por lo complicado que resulta encontrar fuentes de maná tan puro, valiosa por ser única.

Decía él que, al principio, no es que hiciera todo lo que ahora hace más otros quehaceres, como si todo lo que hubo hecho hubiera sido más que para impresionar, no. Ocurrió que, coaccionado por las circunstancias, se concentraba únicamente en aquellas funciones que lo acercaban a dicha musa (inalcanzable en aquellos momentos) rechazando todo plan diferente que excluyera estar pensando constantemente en su imagen, pues su persona todavía estaba en proceso de conocer.

Que no escribía nunca, que no tenía detalles, que el romanticismo desapareció... Nadie puede entenderlo, y no merece la pena justificarlo. Sencillamente, cuando al muchacho sólo le apetecía saber de ella, rugía en su consciencia una voz en off, tal que así: lo quiere a él, no a ti, por eso está con él y no contigo; o así: sé digno; fair play; o: ante todo respeto. Y la impotencia lo llevaba a desahogarse en una soledad relativa (ella siempre estaba en su mente) en breves escritos prosaicos, clamando su máxima elegancia en palabras variadas y redacción nobiliaria, en definitiva, lo que para éste suponía tratar sobre semejante belleza. Podía dedicar horas que morían mientras él la inventaba a solas. Todo el tiempo que, ni las obligaciones, ni la impotencia del no poder tenerla a la vista, pudiera reinvertir para su esculpido más digno. Y fue en esos momentos en que todo parecía tan borroso, que cuando coincidían en algún círculo social compartido, salía de ambos hacerlo provechoso. Lo prohibido que despertaba un fuerte deseo de romper las reglas y las vanales conformidades. Aquellos días siempre serán celebrados con gran valor vital. Nadie podrá decir que se salvaron a mitad de camino. -Rápido, sólo tienes esta oportunidad, aprovéchala. Ansiadas coincidencias, y provocadora incertidumbre por saber más de aquella sombra tan insurgente... ¡Y no te eches atrás, que parece que ella también lo siente! Ay...

Mas la vida, que no podía considerarse sino un desvivir, pasaba rauda, y todo evolucionaba de modo inverso, acercándose más a mí en cada segundo que se iba deshaciendo... Si todo comenzó con leyes de alejamiento y respeto subliminal, la situación del presente les hacía, inconscientemente, labrarse nexos irrompibles, de los que siempre queda, al menos, lo esencial.

Claro, ahora entiendo por qué él decidió no dedicarse a nada más que realidad para con ella. Cogió tanta manía a la expresión escrita, que ya solo le recordaba a aquellos tiempos de querer y no poder cuando no había más opción que desahogarse en la red, de modo virtual, para no reventar. Y era triste mirándolo por el lado de la actividad y de lo real. Porque era ficticio, era imaginación y sueños resacosos.
Ahora el chico solo quiere vivir todo con ella. Y cuanto menos se pare en la decoración del entorno y las palabras, más tiempo tendrá para besarla y tomarla, haciéndola suya aunque solo fuera por décimas de segundo, a modo de sensaciones que trascienden al alma.
Uno, dos, tres impulsos veloces en que notas una brevedad y, sin más, desaparecen. La piel se alza con el bello y da ese frío tan candoroso... Certificado universal de que no lo puedes dejar escapar, sea lo que sea.

No necesitaba ya de poesías ni prosas para decirle que, si bien ella nunca sería realmente de él, él ya se había entregado a ella hasta la médula.
Que buscase la magia en sus besos y en su calor o, en última instancia, en el olor a clavel y dejase de buscar felicidad más allá de la fuente principal que, frontalmente, medio año ha, ya estaba abasteciéndola. El resto del tiempo sería para las obligaciones intelectuales, sociales y cívicas, y para las laborales, que le dotarían de recursos en un futuro próximo para adquirir esos magníficos amplificadores (materiales) de magia, bienestar, y felicidad compartida de dos.
Esta siembra merecía la pena.



La vida sonreía, o ellos sonreían a la vida, porque realmente ya, era la vida la que los veía pasar. Ellos, involuntariamente, perdían la noción de tiempo... Tan envolvente era la forma en que ambos se compartían...