domingo, 15 de agosto de 2010

Sonrisa melancohólica

Sentado, mirando el paisaje mientras me iba alejando cada vez más de una de las más recomendables vivencias que uno puede tener, embotado en la resaca de la noche anterior (no tan efusiva como hubiera gustado), fui visionando las imágenes del fin de semana, sintiendo la impotencia de no poder alargarlo más.

La sensación de no haber sido lo idealmente extravertido, y haber aprisionado afecto por falta de confianza ante esas dos grandes personas (tal vez ante mí mismo) con que me reencontré no dejaba de embriagarme. La puta melancolía que uno no sabe como puede empañar tanto los sentidos ahora.

O la de saber a ciencia cierta, que hay posibilidades de que la persona que tienes frente a ti sienta lo que crees sientes tú, y no interpretar a penas un indicio que corrobore tal deducción. Bloqueo que te refrena y limita el que tú puedas demostrar lo que sientes.

Un beso, un abrazo, un hasta la próxima. Nada. Tan solo un juego de miradas y gestos que te llevan a recuerdos, los cuales te transportan, a su vez, explícitos sentimientos de aquellos brillantes años. Con la peculiaridad de que es ahora cuando está ocurriendo todo. Como si se tratase de una cámara química de sensaciones ultracongeladas que cuando te lo propones consigues liberar no sin una estruendosa sorpresa.

Pero, ¿somos la misma cosa? Al fin y al cabo son impresiones de un tiempo que pasó, de un cuerpo que creció y una experiencia que se multiplicó. De un estado de ánimo muy similar aunque con marcas del periodo en que desaparecimos de la vida de cada uno que nos caracterizan y diferencian con respecto a entonces.

Así, solo puedo estar seguro de lo que yo sentí y siento. Del resto, son solo conjeturas, ¿debería tener fe en ellas? El tiempo presente y futuro en que sigamos separados ayudará a comprobar de qué material están hechas estas conjeturas y esclarecer si, de nuevo, fui yo el único que sintió algo o no. Aunque serviría de bien poco saber que sentimos algo si no lo demostramos. Cuesta tanto...Pero, ¿POR QUÉ?

Suficiente. Mantendré el recuerdo decorado con un robusto, barroco y dorado marco hasta que tenga motivos para cansarme de él. Mas, aunque sonrientes y felices sensaciones, demasiado borracho de melancolía, no creo aguante demasiado.




El tiempo pone a cada uno en su lugar.