jueves, 3 de marzo de 2011

Extrañar


Pirita. La única puerta de metal de color grana en la calle.
Claro que tenía pánico de subir las escaleras. Siempre podía estar esperándome un tigre allí arriba. Grande imaginación. Mi padre lo ahuyentaba rápidamente.
Aquella inestable barandilla de madera de pino, barnizada, tan floja y maleable.
La puerta de bar entre la cocina y el comedor, en la que exploté con éxito todas las posibilidades de llevarme un golpetazo, fuera en la cabeza por pasar arrastrándome por debajo, o en el costado por pasar justo después de alguno de mis hermanos o padres. Hasta pillarme los dedos...
También el televisor Philips de hacía casi veinticinco años (hasta entonces), que perdía la imagen siempre en el mejor momento y tras varios "funciona o muere" volvía en sí.
Despertar a las 7:00 de la mañana sin despertador, a ver el Club Megatrix o Disney Club.

Adiós a todos ellos, adiós.

Y aquel patio antiguo, con el cerezo que hubimos de transplantar justo en frente de la casa a causa de las obras. Recortarían el patio a la mitad a cambio de un nuevo cuarto de baño. El aseo antiguo del la primera planta daba a la calle y mojábamos papel higiénico para arrojarlo a cualquier afortunado que pasara por debajo en ese instante.
Duchas veraniegas en cueros, allí. Calor continental.
El balcón al que se accedía atravesando la habitación de mis padres. En el que me pasé tantas horas tomando el sol, jugando a la Gameboy, o dibujando el campo que se extendía justo al frente.
Campo por el que anduve hasta doler las piernas. Todo verde y embarrizado, amarillo y árido, daba igual. Bases secretas creadas aplastando roales, comunicadas entre sí por caminos estrechos y laberínticos de entre los bancales del trigo alto y verde.
Acogía numerosos postes de la luz, alguno abandonado en el que hacíamos cabañas, hogueras y barbacoas, todos microbios de hasta doce años, aún menores la mayoría.
Época de liria, y todos pringados de pega hasta las cejas. La escopeta de perdigones y los verderones de muestra. No resultaba nada aburrido.
Escarcha del rocío. Invierno gélido y encharcado.

Adiós a todos ellos, adiós.

El equipo de hockey "practice 3", los patines tartanas y los Rollerblade Viablade.
Residencial Los Girasoles. Escaleras profundas y saltos sin miedo. Ocho escalones, salto, pérdida del control, suelo, suelo, suelo. Sangre. No hay dolor, sigamos.
Vamos a Frigo a comprar chuches. Después a comprar cigarros a cinco duros la unidad, ¿o era a diez?
Las tardes fumando Camel escondidos en portales de casas (en las que no parecía haber nadie) hasta adquirir un estado de mareo. Echar el humo por la nariz decía si sabías fumar. Terminar pensando qué carajo hacía con once años buscando comportarme como un adulto, sabiendo que lo hacía muy a mi pesar.
Camino a La Charca de Tobaruela cantando Suma y sigue, Poquito a poco, o El del medio de Los Chichos, de Estopa, para echar el día, pescar y seguir fumando.
Instituto Huarte de San Juan. Primero de la E.S.O. grupo A. Anécdotas, anécdotas, y más anécdotas. Comienza la adolescencia y el pavo.
De repente, y a mitad de curso...oposiciones aprobadas. Mi padre se autorrealiza, al fin y al cabo. Plaza en Almería. Lágrimas, impotencia, amistades ahogadas y un sincero dolor de amor truncado.

Ni voz, ni voto.
Adiós a todos ellos, adiós.

Ya no había miedo en las escaleras, sino pena en mí. Igualmente me costaba bajarlas.
Ese verano se oía de fondo Vive el verano en el equipo de música mientras empaquetaba las últimas cosas.
Mudanza y un último rodeo en bicicleta a la Colonia del Sol.

Adiós Linares, adiós.



Giro de 180º. Almería, playa, viento y sol.
Nueva vida.
¿Y la anterior qué? Recuerdos ácidos y afilados que aruñan mi alma y la marcan toda de estigmas...de por vida.

2 comentarios:

  1. No te preocupes Lois, me tienes a mi ^^ Yo también lo pasé mal en mi mudanza, para lo que quieras puedes contar conmigo, también soy nostálgica, podríamos ser más amigos de lo que somos aunque estemos lejos. Tengo ganas de verte.

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  2. Me ha gustado mucho este Post, enhorabuena, has sabido transmitir muchísimo. Me he sentido identificada, me acuerdo lo que lloré cuando vendieron la casita de campo en la que pasaba los veranos de mi infancia...El tiempo pasa muy deprisa, demasiado...pero no olvidemos que aun nos quedan cosas maravillosas por vivir.

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